jueves, 26 de enero de 2012

Recursos para la ilustración de textos


En la Red se pueden encontrar interesantes guías, propuestas, ejemplos y aplicaciones para elaborar con nuestro alumnado actividades de ilustración que pueden ayudarnos, por ejemplo, en el desarrollo de actividades para el fomento de la lectura en las aulas artísticas y en la experimentación con diferentes procedimientos plásticos.
Este espacio web nos orienta sobre métodos y técnicas para realizar ilustraciones.


miércoles, 25 de enero de 2012

Propuesta de textos para ilustrar

Descripción poética: el amor se dibuja en las caricias y en los besos

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando, confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar: capítulo 7 de Rayuela.

Y si quieres escuchar el texto en la voz del autor
Propuestas para ilustración de textos

Ilustración de una secuencia narrativa: a veces el amor loco y maravilloso aparece y desaparece al abrir y cerrar un paraguas roto.

Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando en que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de la basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito del ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkyria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, […] a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movía, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó, oh Maga, y no estábamos contentos.

Julio Cortázar: Rayuela.
Propuesta de textos para ilustrar

Descripción de un lugar: dos espacios distintos, dos mundos distintos: la tristeza de una ciudad del norte oscurecida; la vida primitiva en la selva.
Por las mañanas, al asomarme al balcón, veo el pueblo con sus tejados rojos, negruzcos, sus chimeneas cuadradas y el humo que sale por ellas en hebras muy tenues en el cielo gris del otoño.
Después de las lluvias abundantes, las casas están desteñidas; las calles, limpias; la carretera, descarnada, con las piedras al descubierto. El azul del cielo parece lavado cuando sale entre nubes: es más diáfano, más puro.
Enfrente veo las casas solariegas contempladas por mí en la infancia, tristes, viejas, negras. Ahí siguen todas esas viejas casas bien agarradas al suelo, con sus negros paredones y sus tejados llenos de pedruscos. Están siempre igualmente tristes, igualmente severas, durmiendo, envueltas en la bruma. Esa casa de piedra amarilla, sombreada por el saliente alero, se me figura la cara de un viejo aldeano, tosco y pensativo.

Pío Baroja: Las inquietudes de Shanti Andia.

La Misión era un pequeño oasis en medio de una vegetación voluptuosa, que crece enredada en sí misma, desde la orilla del agua hasta las bases de monumentales torres geológicas, elevadas hacia el firmamento como errores de Dios. Allí el tiempo se ha torcido y las distancias engañan al ojo humano, induciendo al viajero a caminar en círculos. El aire, húmedo y espeso, a veces huele a flores, ahierbas, a sudor de hombres y a aliento de animales. El calor es oprimente, no corre una brisa de alivio, se caldean las piedras y la sangre en las venas. Al atardecer el cielo se llena de mosquitos fosforescentes, cuyas picaduras provocan inacabables pesadillas, y por las noches se escuchan con nitidez los murmullos de las aves, los gritos de los monos y el estruendo lejano de las cascadas, que nacen de los montes a mucha altura y revientan abajo con un fragor de guerra. El modesto edificio, de paja y barro, con una torre de palos cruzados y una campana para llamar a misa, se equilibraba, como todas las chozas, sobre pilotes enterrados en el fango de un río de aguas opalescentes cuyos límites se pierden en la reverberación de la luz. Las viviendas parecían flotar a la deriva entre canoas silenciosas, basura, cadáveres de perros y ratas, inexplicables flores blancas.

Isabel Allende: Eva Luna.
Propuestas de textos para ilustrar

Descripción de una persona: dos breves textos que retratan a dos personajes distintos: un viejo lobo de mar y un no menos viejo donjuán

El capitán Zaldumbide era hombre alto, encorvado, amojamado. Nosotros le llamábamos el Viejo. Zaldumbide no hablaba apenas; tenía una mirada de través, con sus ojos encarnados, poco agradable. Se dejaba sotabarba, ya blanca, y el pelo lo llevaba largo. Vestía levita negra y raída; en la cabeza, una gorrita, y los días de frío, un gabán viejo.

Pío Baroja: Las inquietudes de Shanti Andia.

Era un hombre bajo y regordete, de rostro apergaminado y amarillo como el forro de un libro viejo: sus cejas angulosas y las líneas de su nariz y de su boca tenían algo de inscripción. Se le hubiera podido comparar a un viejo libro de 700 páginas, voluminoso, ilegible y apolillado. Este hombre estaba encuadernado en un enorme gabán pardo con cantos de lanilla azul.

Benito Pérez Galdós: El don Juan.

Ex libris de Jose

Podría decir muchas cosas de la imagen de mi ex libris. Por ejemplo, que el motivo -la barandilla de La Concha en San Sebastián- es un caso raro: un elemento del "mobiliario" urbano que se convierte en el icono de una ciudad. O podría explicar la paradoja de esta barandilla, a la que se mira antes incluso de mirar lo que se ve desde ella. O podría señalar que es una metáfora de los libros, que nos permiten leer lo que hay más cerca (la arena de la playa, la rompiente de las olas, los montes e islas cercanos) y soñar con lo más lejano (el mar inabarcable, las tierras que comienzan más allá del horizonte, a las que nunca se llega). Y, claro, podría evocar a través de esta imagen al niño que no superaba la altura de la barandilla y caminaba pensando en disfrutar de lo más cercano (la arena de la playa, la rompiente de las olas) y soñando con lo más lejano (viajes por el mar inabarcable, las tierras que comienzan más allá del horizonte, a las que nunca ha llegado).

domingo, 22 de enero de 2012

Ex libris de Gema

En este modelo de ex libris me he basado en un dibujo que podría definir el emocionante viaje de algunas lecturas.


Para este Ex libris he utilizado mi propia imagen retocada con el programa Pop Art Studio, muy claro y sencillo... "este libro es de ... (la de la foto)".

jueves, 12 de enero de 2012

Las lineas de la mano

las lineas de la mano

Las líneas de la mano

De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola.

Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas, 1962

Experiencia de ilustración de textos fundamentalmente descriptivos

SELVA   
de Juana de Ibarbourou 

Selva; he aquí una palabra húmeda, verde, fresca, rumorosa, profunda. Cuando uno la dice, tiene en seguida la sensación del bosque todo afelpado de musgos, runruneante de píos y de roces, lleno de los quitasoles apretados y movibles de las copas de los arboles, bajo las cuales las siestas ardientes son tan dulces y donde es tan grato, tan grato, tenderse a soñar. ¡Selva! ¡Oh, Dios mío, qué palabra tan alegre y tan fresca! ¡Qué palabra para mí tan llena de reminiscencias! Huele a eucaliptos, a álamos, a sauces, a grama; suena a viento, a agua que corre, a pájaros que cantan y pían, a roce de insectos y croar de sapitos verdes; evoca redondeles de sol sobre la tierra, frutas silvestres de una dulzura áspera, caravanas de hormigas rojas cargadas de hojitas tiernas, penumbra verdosa y fresca, soledad. ¡Oh Dios mío, evoca mis quince años y toda mi alegría sana inconsciente y salvaje!

La Magdalena de Proust  

« […] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té […]»    

El festín de Babette. 

Isack Dinessen  

“(…) XI. El discurso del general.       - Se han abrazado, -dijo el general- la misericordia y la verdad, amigos míos. La rectitud y la dicha se besarán mutuamente.     Hablaba con una voz clara que había adiestrado en el campo de instrucción y había resonado dulcemente en los salones reales; sin embargo, hablaba de forma tan nueva para él mismo, y tan extrañamente conmovedora, que después de la primera frase tuvo que hacer una pausa. Porque tenía costumbre de pronunciar sus discursos con cuidado, consciente de su invención; pero aquí, en medio de la sencilla congregación del deán, era como si la figura entera del general Loewenhielm, con su pecho cubierto de condecoraciones, no fuese más que un megáfono dispuesto para el mensaje que iba a pronunciar.     -El hombre, amigos míos –dijo el general Loewenhielm-, es frágil y estúpido. Se nos ha dicho que la gracia hay que encontrarla en el universo. Pero en nuestra miopía y estupidez humanas, imaginamos que la gracia divina es limitada. Por esa razón temblamos... –nunca hasta ahora había confesado el general que temblaba; se quedó sinceramente sorprendido, y hasta estupefacto, al oír su propia voz proclamando tal cosa-. Temblamos antes de hacer nuestra elección en la vida; y después de haberla hecho, seguimos temblando por temor a haber elegido mal. Pero llega el momento en que se abren nuestros ojos, y vemos y comprendemos que la gracia es infinita. La gracia, amigos míos, no exige nada de nosotros, sino que la esperamos con confianza y la reconocemos con gratitud. La gracia, hermanos, no impone condiciones y no distingue a ninguno de nosotros en particular; la gracia nos acoge a todos en su pecho y proclama la amnistía general. ¡Mirad! Aquello que hemos elegido se nos da; y aquello que hemos rechazado es derramado sobre nosotros en abundancia. ¡Pues se han abrazado la misericordia y la verdad, y la rectitud y la dicha se han besado mutuamente!     Los Hermanos y Hermanas no comprendieron del todo el discurso del general; pero su rostro sereno e inspirado, y el sonido de las palabras familiares y queridas, inundaron y conmovieron todos los corazones. Así es como, treinta años después, el general Loewenhielm consiguió dominar la conversación en casa del deán. De lo que ocurrió más tarde nada puede consignarse aquí. Ninguno de los invitados tenía después ciencia clara de ello. Sólo recordaban que los aposentos habían estado llenos de una luz celestial, como si diversos halos se combinaran en un resplandor glorioso. Las viejas y taciturnas gentes recibieron el don de lenguas; los oídos, que durante años habían estado casi sordos, se abrieron por una vez. El tiempo mismo se había fundido en eternidad. Mucho después de la media noche, las ventanas de la casa resplandecían como el oro, y doradas canciones se difundían en el aire invernal.     Los corazones de las dos viejas que antes se habían calumniado retrocedieron ahora más allá del período maligno al que habían vivido aferradas, hasta esos días de su primera juventud en que, juntas, se preparaban para la confirmación e inundaban de canciones los caminos de Berlevaag cogidas de la mano. Un Hermano de la congregación le dio un golpe a otro en las costillas, a modo de caricia entre chicos, y exclamó: “¡Tú me engañaste con aquella madera, sinvergüenza!” El Hermano así interpelado estuvo a punto de caerse al suelo acometido por un ataque de celestial risa; pero brotaron lágrimas de los ojos. “Sí, te engañé, querido Hermano”, contestó, “te engañé”. El capitán Halvorsen y Madam Oppegaarden, de repente, se sorprendieron muy juntos en un rincón, dándose el largo beso para el que le incierto y secreto amor de su juventud jamás les había brindado ocasión.     La grey del viejo deán estaba formada por gente humilde. Cuando, pasado el tiempo, pensaban en esta noche, nunca se les ocurría que aquella exaltación se debiera a sus propios méritos. Se daban cuenta de que les fue concebida la gracia infinita de que el general Loewenhielm les había hablado, y ni siquiera se maravillaban de ello, pues no había sino el cumplimiento de una esperanza siempre presente. Las vanas ilusiones de este mundo se habían disuelto ante sus ojos como el humo y habían visto el universo como verdaderamente es. Se les había concedido una hora de eternidad.       La vieja señora Loewenhielm fue la primera en marcharse. Su sobrino la acompañó, y las anfitrionas salieron a despedirles con luces. Mientras Philippa ayudaba a la vieja dama a ponerse sus múltiples envolturas, el general cogió la mano de Martine y se la retuvo largo rato en silencio. Por último, dijo: - He estado con usted cada día de mi vida. Sabe usted que es cierto, ¿verdad? - Sí –dijo Martine-; sé que lo es. - Y –prosiguió él- seguiré estándolo cada uno de los días que me queden por vivir. Cada noche me sentaré, si no corporalmente, lo que no significa nada, sí de manera espiritual, que lo es todo, a cenar con usted, exactamente igual que esta noche. Pues esta noche he aprendido, querida hermana, que en este mundo todo es posible. -  Sí; así es, querido hermano –dijo Martine-. En este mundo todo es posible. Dicho esto, se despidieron. Cuando finalmente se disolvió la reunión, había cesado de nevar. El pueblo y las montañas tenían un esplendor blanco, ultraterreno, y en el cielo brillaban miles de estrellas. En la calle, la nieve era tan espesa que resultaba difícil caminar. Los invitados de la casa amarilla se fueron a pie y andaban haciendo eses, se caían sentados o sobre las manos y rodillas, y se levantaban cubiertos de nieve, como si se hubiesen lavado los pecados y hubiesen quedado tan blancos como la lana; y con este vestido de inocencia recobrada andaban retozando como corderos. Era maravilloso para todos ellos haberse vuelto como niños; era bienaventuradamente gracioso ver a los Hermanos, que tan en serio se tomaban entre ellos, inmersos en esta especie de segunda niñez celestial. Daban traspiés, se enderezaban, caminaban o se quedaban parados, formando a veces una gran cadena de beatíficos lanciers.  - “¡Benditos, benditos, benditos seáis!”, resonaba por todas partes como un eco de la armonía de las esferas. Martine y Philippa permanecieron largo rato en la escalera de piedra del portal. No sentían frío. “Las estrellas están más cerca”, dijo Philippa. -  Se acercarán todas las noches- dijo Martine en voz baja-. Es muy posible que no vuelva a nevar más. En esto, sin embargo, se equivocaba. Una hora después empezaba a nevar otra vez, y cayó una nevada como nunca se había conocido en Berlevaag. A la mañana siguiente, las gentes apenas podían abrir sus puertas contra la nieve acumulada. Las ventanas de las casas estaban tan espesamente cubiertas, según se contaba años después, que muchos buenos vecinos del pueblo no se dieron cuenta de que había amanecido y siguieron durmiendo hasta bien entrada la tarde.(…)”   

Las ciudades invisibles. 
Italo Calvino  

LAS CIUDADES SUTILES. 2  Ahora diré de la ciudad de Zenobia que tiene esto de admirable: aunque situada en terreno seco, se levanta sobre altísimos pilotes, y las casas son de bambú y de zinc, con muchas galerías y balcones, situadas a distinta altura, sobre zancos que se superponen unos a otros, unidas por escalas de cuerda y veredas suspendidas, coronadas por miradores cubiertos de techos cónicos, cubas de depósitos de agua, veletas, de los que sobresalen roldanas, sedales y grúas. No se recuerda qué necesidad u orden o deseo impulsó a los fundadores de Zenobia a dar esta forma a su ciudad, y por eso no se sabe si quedaron satisfechos con la ciudad tal como hoy la vemos, crecida quizá por superposiciones sucesivas del primero y por siempre indescifrable diseño. Pero lo cierto es que si a quien vive en Zenobia se le pide que describa como vería feliz la vida, es siempre una ciudad como Zenobia la que imagina, con sus pilotes y sus escalas colgantes, una Zenobia quizá totalmente distinta, flameante de estandartes y de cintas , pero obtenida siempre combinando elementos de aquel primer modelo. Dicho esto, es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenobia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir las ciudades en estas dos especies, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando su forma a los deseos y aquellas en las que los deseos o bien logran borrar la ciudad o son borrados por ella.  


LAS CIUDADES Y EL DESEO. 5 

Hacia allí, después de seis días y seis noches, el hombre llega a Zobeida, ciudad blanca, bien expuesta a la luna, con calles que giran sobre sí mismas como un ovillo. Esto se cuenta de su fundación: hombres de naciones diversas tuvieron un sueño igual, vieron una mujer que corría de noche por una ciudad desconocida, la vieron de espaldas, con el pelo largo, y estaba desnuda. Soñaron que la seguían. A fuerza de vueltas todos la perdieron. Después del sueño buscaron aquella ciudad; no la encontraron pero se encontraron ellos; decidieron construir una ciudad como en el sueño. En la disposición de las calles cada uno rehizo el recorrido de su persecución; en el punto donde había perdido las huellas de la fugitiva, cada uno ordenó de otra manera que en el sueño los espacios y los muros, de modo que no pudiera escapársele más. Esta fue la ciudad de Zobeida donde se establecieron esperando que una noche se repitiese aquella escena. Ninguno de ellos, ni en el sueño ni en la vigilia, vio nunca mis a la mujer. Las calles de la ciudad eran aquellas por las que iban al trabajo todos los días, sin ninguna relación ya con la persecución soñada. Que por lo demás estaba olvidada hacia tiempo. Nuevos hombres llegaron de otros piases, que habían tenido un sueño como el de ellos, y en la ciudad de Zobeida reconocían algo de las calles del sueño, y cambiaban de lugar galerías y escaleras para que se parecieran más al camino de la mujer perseguida y para que en el punto donde había desaparecido no le quedara modo de escapar. Los que habían llegado primero no entendían que era lo que atraía a esa gente a Zobeida, a esa fea ciudad, a esa trampa.   

LAS CIUDADES SUTILES. 3

Si Armilla es así por incompleta o por haber sido demolida, si hay detrás un hechizo o sólo un capricho, lo ignoro. El hecho es que no tiene paredes, ni techos, ni pavimentos: no tiene nada que la haga parecer una ciudad, excepto las cañerías del agua, que suben verticales donde deberían estar las casas y se ramifican donde deberían estar los pisos: una selva de caños que terminan en grifos, duchas, sifones, rebosaderos. Contra el cielo blanquea algún lavabo o bañera u otro artefacto, como frutos tardíos que han quedado colgados de las ramas. Se diría que los fontaneros han terminado su trabajo y se han ido antes de que llegaran los albañiles; o bien que sus instalaciones indestructibles han resistido a una catástrofe, terremoto o corrosión de termitas. Abandonada antes o después de haber sido habitada, no se puede decir que Armilla esté desierta. A cualquier hora, alzando los ojos entre las cañerías, no es raro entrever una o muchas mujeres jóvenes, espigadas, de no mucha estatura, que retozan en las bañeras, se arquean bajo las duchas suspendidas sobre el vacío, hacen abluciones, o se secan, o se perfuman, o se peinan los largos cabellos delante del espejo. En el sol brillan los hilos de agua que se proyectan en abanico desde las duchas, los chorros de los grifos, los surtidores, las salpicaduras, la espuma de las esponjas. La explicación a que he llegado es ésta: de los cursos de agua canalizados en las tuberías de Armilla han quedado dueñas ninfas y náyades. Habituadas a remontar las venas subterráneas, les ha sido fácil avanzar en su nuevo reino acuático, manar de fuentes multiplicadas, encontrar nuevos espejos, nuevos juegos, nuevos modos de gozar del agua. Puede ser que su invasión haya expulsado a los hombres, o puede ser que Armilla haya sido construida por los hombres como un presente votivo para  congraciarse con las ninfas ofendidas por la manumisión de las aguas. En todo caso, ahora parecen contentas esas mujercitas: por la mañana se las oye cantar.

EX LIBRIS de María


Gerbera, mi flor favorita





Apasionada de los alicatados de "mi Granada"





Simbiosis: María-Granada



Trotamundos I




Trotamundos II





Naturalidad





Simplemente un diseño


miércoles, 11 de enero de 2012

Soneto de las vocales de Rimbaud

A negra, E blanca, I roja, U verde, O azul: vocales
algún día diré vuestro origen secreto;
A, negro corsé velludo de moscas relucientes
que se agitan en torno de fetideces crueles,
golfos de sombra; E, candor de nieblas y de tiendas,
lanzas de glaciar fiero, reyes blancos, escalofríos de umbelas;
I, púrpura, sangre, esputo, reír de labios bellos
en cóleras terribles o embriagueces sensuales;
U, ciclos, vibraciones divinas de los mares verduscos,
paz de campo sembrado de animales, paz de arrugas
que la alquimia imprimió en las frentes profundas;
O, supremo clarín de estridencias extrañas,
silencio atravesado de Ángeles y de Mundos;
O, la Omega, el reflejo violeta de sus Ojos.


La sinestesia, la mezcla de los sentidos: sonidos visibles, colores que se escuchan, imágenes que nos hablan, palabras que dibujan.

Palabra, referencia,imagen. "Verdad de adeveras".


El idioma analítico de John Wilkins
 
Jorge Luis Borges

(...)
Todos, alguna vez, hemos padecido esos debates inapelables que una dama, con acopio de interjecciones y de anacolutos jura que la palabra luna es más (o menos) expresiva que la palabra moon. Fuera de la evidente observación de que el monosílabo moon es tal vez más apto para representar un objeto muy simple que la palabra bisilábica luna, nada es posible contribuir a tales debates; descontadas las palabras descompuestas y las derivaciones, todos los idiomas del mundo (sin excluir el volapük Johann Martin Schleyer y la romántica interlingua de Peano) son igualmente inexpresivos. No hay edición de la Gramática de la Real Academia que no pondere "el envidiado tesoro de voces pintorescas, felices y expresivas de la riquísima lengua española", pero se trata de una mera jactancia, sin corroboración. Por lo pronto, esa misma Real Academia elabora cada tantos años un diccionario, que define las voces del español... En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa.(...)

Proust y los nombres por Roland Barthes


Palabra, imagen de un nombre.

Como signo, el Nombre propio se presta a una exploración, a un desciframiento: es a la vez un "medio ambiente" (en el sentido biológico del término), en el cual es necesario sumergirse bañándose indefinidamente en todos los ensueños que comporta, y un objeto precioso, comprimido, embalsamado, que es necesario abrir como una flor. . Dicho de otra manera, si el Nombre (desde ahora en adelante llamaremos así al nombre propio) es un signo, es un signo voluminoso, un signo siempre cargado de un espesor pleno de sentido que ningún uso puede reducir, aplastar, contrariamente al nombre común que no libera sintagmáticamente más que uno de sus sentidos. El Nombre proustiano es él solo y en todos los casos el equivalente de una entrada de diccionario: el nombre de Guermantes    cubre inmediatamente todo lo que el recuerdo, el uso y la cultura pueden poner en él, no conoce ninguna restricción selectiva, siéndole indiferente el sintagma donde está ubicado; es por lo tanto y de cierta manera, una monstruosidad semántica, pues, provisto de todos los caracteres del nombre común puede, sin embargo, existir y funcionar fuera de toda regla proyectiva. Este es el precio —o el rescate— del fenómeno de "hipersemanticidad" que provoca y que lo asemeja muy de cerca a la palabra poética .Por su espesor semántico (se quisiera poder decir: por su "hojaldre"), el Nombre proustiano provoca un verdadero análisis sémico que el Narrador mismo no olvida postular  ni esbozar: lo que llama las diferentes "figuras" del nombre , verdaderos semas dotados de perfecta validez semántica a pesar de su carácter imaginario (lo que prueba una vez más lanecesidad de distinguir el significado del referente). El nombre de Guermantes contiene así varios  primitivos (para retomar un vocablo de Leibniz): "un torreón sin espesor que no era más que una banda de luz anaranjada y de lo alto del cual el señor y su dama decidían la  vida y la muerte de sus vasallos"; "una torre amarillenta y adornada de florones queatraviesa las edades"; el palacio parisiense de los Guermantes, "límpido como su nombre" un castillo feudal en pleno París, etc. Estos semas son en verdad "imágenes", pero en la lengua superior de la literatura operan como puros significados ofrecidos como los de la lengua denotativa a toda una sistemática del sentido. Ciertas de estas imágenes sémicas sont radicionales, culturales

(Barthes, Roland.  El grado cero de la escritura seguido de Nuevos ensayos críticos.
 BuenosAires, Siglo XXI, 1976, 2da ed. pp. 171-190.)

Sobre los Ex libris

Un Ex libris es una marca de propiedad que normalmente consiste en una estampa, etiqueta o sello que suele colocarse en el reverso de la cubierta de un libro, y que contiene el nombre del dueño del ejemplar o de la biblioteca propietaria.

El nombre del poseedor va precedido usualmente de la expresión latina ex libris, que puede traducirse como: “este libro es de…”




Ya en el siglo XV se utilizaba para proclamar la pertenencia de un libro y con el tiempo se fue convirtiendo en un vehículo de expresión estética, hasta alcanzar la categoría de auténtica obra de arte en miniatura. Como marca de propiedad, un diseño de ex libris debe representar a su dueño en sus cualidades más significativas.
Origen y reglas de realización:En su origen los ex libris eran grabados; reciben este nombre las estampas resultantes de haber tallado un taco de madera, que sirve como matriz para una serie de copias. Éstas se obtienen entintando la superficie, colocando un papel, aplicando presión e imprimiendo de esta manera artesanal cada una. Para estas primeras estampas o ex libris, se utilizaba por lo general tinta negra. En la actualidad, están aceptadas casi todas las técnicas gráficas, incluso las digitales.

Lo que no ha variado en el tiempo son sus reglas: - El conjunto debe representar a quien nombra.
Para que un ex libris sea considerado como tal, no debe tener un tamaño mayor a 13 cm. x 13 cm
- En el diseño debe incluirse el nombre de la persona, colección o institución a la que pertenezca y el término ex libris o en su defecto "este libro es de…" o "este libro pertenece a…"

Más información: http://es.wikipedia.org/wiki/Ex_libris